2008 el Año Internacional de los Idiomas

2008 se presenta como el año para avivar lo que puede significar el desate de la mordaza histórica aplicada a las lenguas de los pueblos indígenas de diversas partes del mundo y especialmente a aquellos que se asentaron en la amazonía peruana. Ser discriminado por tener un idioma distinto del ordinario u oficial es francamente un descomunal disparate, pero que se dio desde la invasión europea y continua hasta nuestros días. Es una herencia funesta producto de largos procesos de coacción, ocupación y copamiento de la cultura hispana durante el período de invasión y de la criolla posteriormente, sobre lo específicamente autóctono. La lengua es una expresión auténtica de lo humano que lo distingue radicalmente de sus parientes biológicos más cercanos, es una parte tan esencial de su naturaleza que desconocerla constituye un extravío que no tiene parangón.
La Asamblea General de las Naciones Unidades oficializó el 2008 como el Año Internacional de los Idiomas, con el propósito de fomentar el “multilingüismo, la unidad y la comprensión entre naciones”. A mi juicio, es más que una oportunidad para fortalecer la lucha de los pueblos indígenas por hacerse de sus derechos tras siglos de menosprecio e indolencia, en momentos en los cuales la misma Asamblea aprobó el año pasado la “Declaración de Derechos de los Pueblos Indí­genas” algo esperado por más de 20 años.
En nuestro pasado han sucedido muchos hechos tan increíbles como denigrantes, frente a los cuales no faltaron, felizmente, respuestas contundentes y éticas. Las lenguas indígenas fueron despreciadas bajo diversas formas. Lo que constituye en realidad una extraordinaria urdimbre cultural por la enorme variedad de formas lingüísticas desarrolladas en un estrecho espacio geográfico, devino en un estigma, una maldición, una cosa horrenda que hubo que esconder, olvidar y desaparecer. En ese proceso, junto con las lenguas, culturas de miles de años de existencia también han perecido.
En este sentido, es comprensible que en muchos casos, los pocos adultos, los más longevos que aún hablan la lengua de sus ancestros, tengan reparos en trasmitirlos a sus hijos y nietos. Lo hacen porque quieren proteger a los suyos de posteriores agravios y vejámenes. Por ello, en el marco de estos hitos simbólicos y jurídicos internacionales es momento para que las autoridades asuman con entereza la reinvidicación de los pueblos amazónicos y sus lenguas en un acto de estricta justicia histórica. Es el momento para que los poblados de clara ascendencia indígena y todo aquel que se identifique con ello reclamen vigorosamente el reconocimiento social y jurídico de su cultura y su territorio. Estamos hablando nada menos que de la refundación de las provincias de Ucayali, Requena, Datem, Alto Amazonas, Nauta, y Ramón Castilla sobre una base pluricultural pero con clara raíz indígena.
En la Amazonía subsisten 17 familias lingüístisticas que agrupan aproximadamente a 39 lenguas, cada cual con su propio proceso de resistencia. Algunas ya desaparecieron y otras están en ese camino. Si el curso seguido no se detiene, pronto estas lenguas habrán desaparecido totalmente: culina, campa ashéninca, campa caquinte, chamicuro, iñapari, machiguenga, campa nomatsiguenga, piro, resígalo, amuesha, bora, jebero, candoshi-shapra, harakmbut, huitoto, ocaina, achuar-shiwiar, awajun, huambisa, arahuaca, capanahua, cashibo-cacataibo, cashinahua, matsés-mayoruna, sharanahua-marinahua, shipibo-conibo, yaminahua, nahua, yagua, urarina, eseeja, ticuna, orejón, secoya, omagua, cocama-cocamilla, arabela, iquito, taushiro.
Los que hemos escuchado alguna vez el bora, yagua, quichua, candoshi, achuar, asháninka, podemos dar fe de los particulares y sorprendentes vocablos en que se puede concretizar el habla de un pueblo. Una expresión caprichosa, variada y maravillosa de la evolución del hombre encarnada en el habla de los ancestrales pueblos de la Amazonía peruana. Todavía es esperanzador a la vez que un gran goce escuchar por las mañanas en la Radio la Voz de la Selva, sus mensajes en vivo en lengua urarina o bora, aunque cada vez con menos frecuencia.
Nada de “dialecto” como la ignorancia y la vanidad de la gente hace llamar a cualquier idioma selvático. Son lenguas tal como cualquier otra. Por lo dicho, en el marco del Año Internacional de los Idiomas sería oportuno declarar el 2008 como el Año Regional de las Lenguas y del Territorio Indígenas.

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