A un año de gestión municipal

A un año de gestión municipal, ya podemos decir con cierta seguridad que las personas que fueron elegidas como alcaldes eran dignas de dicho puesto o no. Pero, si tenemos en cuenta el alto í­ndice de ex alcaldes procesados por la justicia, deduciremos fácilmente que en la mayorí­a de veces nos equivocamos de cabo a rabo a la hora de elegir. Los errores en que incurren los electores en las urnas electorales superan el lí­mite de lo incomprensible. Tenemos ejemplos por doquier: ganan candidatos que no reúnen las condiciones, nefastos alcaldes son reelegidos, al igual que malos presidentes. Y entre uno y otro despropósito las posibilidades de alcanzar el ansiado desarrollo de los pueblos se vislumbra cada vez más lejano. Consecuentemente, la desconfianza impera, existe una descomposición social, acelera la desesperación que da paso a la destrucción de las buenas costumbres.
Los gobiernos locales por su propia naturaleza están más próximos a las necesidades de la población, de los problemas y, por tanto, de sus soluciones. Los gobiernos locales no pueden desentenderse de lo que piensan o sienten los integrantes de su jurisdicción. El gobierno local no es un botí­n, tampoco la razón que alimenta las ansias de poder de cierta gente. Es la expresión auténtica de la descentralización y democratización del poder, incluso con las limitaciones y restricciones de ese Estado centralista e ilegí­timo que padecemos. El GL constituye una oportunidad para autogobernarnos con autonomí­a, de orientar la acción desde nuestras particularidades, necesidades y aspiraciones, sin que esto signifique eximir al gobierno nacional de las responsabilidades que debe cumplir. Te permite crear cohesión social en torno a ciertos ideales en concordancia con las grandes finalidades nacionales.
En este sentido, la gestión municipal debe ocuparse de cómo encausar las soluciones a los diversos problemas que aqueja a la población, para que en función de la magnitud y urgencia de los mismos se asignen los recursos financieros y técnicos para resolverlos. Cabe preguntarnos, entonces, cuáles son las principales dificultades de un distrito que merecen abordarse decididamente: necesidades de vivienda, seguridad, alimentación, agua y desagüe, trabajo, educación y salud de calidad. En los distritos, solamente una minoría poblacional cuenta con viviendas habitables. En el medio rural, el problema habitacional se agudiza dramáticamente: casi el cien por ciento de casas están en deplorables condiciones. El gobierno nacional tampoco toma cartas en el asunto. Al respecto, se pueden realizar acciones conjuntas entre el gobierno local, el nacional y entidades privadas tendientes a implementar programas de vivienda de mediano y largo plazo, que haga realidad el sueño de la casa propia. En un lapso de diez a veinte años se habrá dotado de condiciones habitacionales adecuadas a toda la población de un distrito. ¿Sueño? No lo es, si se empieza a trabajar desde ahora. No lo es si en las alcaldías hay gente que está pensando las 24 horas del dí­a en cómo encarar el problema. Es una ilusión, si la gente anda desconcertada y los gobiernos están pensando cómo sacar provecho de los recursos financieros que gotean del tesoro público. Lo que queda en los pueblos de los cientos de millones de soles que recibieron los gobiernos locales en los últimos 10 años es pobreza y más pobreza. La misma ineficacia y corrupción demostrados por los gobiernos nacionales se reproducen en los distritales, responsabilidad que alcanza a todos por no frenar cí­vicamente todo ello.
Igualmente, una gestión municipal no puede mantenerse al margen de situaciones de abandono en que se encuentran las escuelas de su entorno. No solo tiene que brindarle de condiciones materiales, sino debe orientar su sentido. La educación debe responder de por sí­ a los lineamientos de desarrollo local, aunque sin desligarse de las grandes movilizaciones nacionales. Además, no es posible hablar de desarrollo nacional, sin que esto pase por el de las comunidades locales. De igual modo podemos hablar de la salud y la alimentación y otras áreas. No se puede aceptar que haya un solo niño desnutrido. Un alcalde no debe dormir hasta solucionar el problema, aunque tenga que mover cielo y tierra, y, por supuesto, exigiendo el apoyo de todos los sectores, pues las responsabilidades se comparten. Creo que la clave para descentralizar el poder está en que los gobiernos locales funcionen adecuadamente, sean gobernados con acierto y sabidurí­a. Urge, a través de organizaciones renovadas, recuperar el verdadero sentido de la polí­tica, secuestrado por malos empresarios, arribistas, polí­ticos de oficio, los partidos polí­ticos que, por cierto, se encargan en conjunto de mantenerlo alejado de las mentes brillantes y los hombres nobles.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿En qué consistió su heroísmo? FERNANDO LORES

¡Qué dolor, qué rabia, qué decepción!

La trampa del extractivismo