Dejen a la educación en paz


En manos de los políticos de siempre, la educación peruana zozobra en forma irremediable. Quizás hay que darles el beneficio de la duda, pero si parafraseo a Chomsky diría que los gobiernos deliberada y perversamente, con la educación en jaque, tratan de mantener a la plebe a raya. Desde décadas el Ministerio de Educación aplica una serie de medidas que hoy forman parte de la mezcolanza de funciones que paraliza la educación peruana, propuestas que no dejan de ser interesantes pero como vienen desde arriba, en forma vertical, apuradas, nacen ilegítimas y condenadas al fracaso. Las transformaciones no se enraízan por norma o decreto, mucho menos en un país tan diverso, donde el propio Ejecutivo asume que su gestión centralizada ha fracasado en el manejo de la educación nacional (Decreto Supremo N° 078-2006-PCM), por lo que francamente no puede garantizar nada. El sistema educativo es un caos en la misma capital de la República, y lo es más aún en las diversas partes de nuestro heterogéneo país. Pero, a pesar de ello sus actos desconciertan.
El maestro es sometido a un incesante calvario todos los años en la época de inicio de clases, pero siempre provocado por alguna medida ministerial fuera de todo contexto y realidad. Nuestros políticos locales también se encargan de terminar de destruirlo todo con injerencias disparatadas, manejos partidarios y concursos amañados. El caos trae más caos.
Un tiempo ordenan crear Comité de Gestión en las instituciones escolares, pero al siguiente año lo quitan y luego lo vuelven a poner. O cambian las reglas de juego en forma abrupta. Experiencias exitosas que surgen en espacios específicos, incluso en el sector privado, son impuestas a raja tabla como para que una escuela como la de Palo Seco ubicada en el Río Itaya las aplique, lugar donde las condiciones sociales y culturales son totalmente distintas con respecto a otros ámbitos nacionales. Podemos sacar cientos de ejemplos donde novedosos planteamientos como es el caso de los CONEIs son un saludo a la bandera. En muchas comunidades rurales, si bien es cierto, los padres no tienen representación directa en la gestión curricular, sin embargo ayudan activamente en el desarrollo de las actividades escolares. La burocracia de instalación y las funciones que regulan el funcionamiento del CONEI, termina difuminando la participación de los padres porque no encuentran lugar en el nuevo órgano creado desde gabinetes ministeriales. Resultante: más divorcio entre escuela y familia y nada de calidad educativa.
Debemos aceptarlo hay una buena intención detrás de todo, pero al final lo estropean y acaban con alternativas que bien pudieran arrojar excelentes resultados si fueran manejadas con la debida paciencia y planificación. Las últimas medidas de museo: contrato para el tercio superior, el tope de ingreso fijado en 14 puntos para los institutos pedagógicos y técnicos, la municipalización de la gestión educativa, evaluación censal, “capacitación” docente, currículos por doquier. El caso del tercio superior está llevando a las instituciones educativas a un monumental desbarajuste y a los centros de formación magisterial a un enorme problema administrativo. El remedio prescrito por el inefable Ministro de Educación resultó ser más dañino que la misma enfermedad.
Es momento de exigir tranquilidad creativa. Dejen en paz a la educación y a las escuelas. Dejen que los mismos maestros encuentren su propio camino de mejora de la calidad educativa. Si pasas y repasas por un camino terminas por estropearlo o deteriorarlo. A veces es necesario dejar hacer para encontrar vida, misma chacra que después de haber sido explotada al máximo, la dejas reposar y nuevas plantas y árboles vuelven a renacer frondosos. Muchos maestros hacen enormes esfuerzos para mantener a flote su profesión y de paso a su familia, lo cual no es poco. Eso sí, antes de vejarlos, denles las condiciones que garanticen su desarrollo profesional, salarios adecuados, instituciones educativas con infraestructura apropiada, materiales educativos en suficiente cantidad, equipos y mobiliarios. Las condiciones materiales de las escuelas dan pena. Están vacías. A lo sumo poseen salones y carpetas y pizarra en continuo deterioro. Y hablamos de las que están en las ciudades, imagínese de las que están en el medio rural. Ser un buen maestro en la sociedad del conocimiento implica estar en permanente conexión con las novedades pedagógicas, la investigación y la innovación. Se necesita especialización, hacer diplomados, estudios de maestrías, etc. Todo esto tiene un costo que el Estado lo niega. ¡No más mentiras! Los últimos exabruptos ministeriales sólo servirán para agudizar la crisis. Incrementen más presupuesto a la educación, vigilen a las escuelas, brinden estímulos a los que se lo merecen, sancionen donde haya que hacerlo, pero dejen que los maestros se desarrollen por sí mismos como muchos lo venimos haciendo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿En qué consistió su heroísmo? FERNANDO LORES

¡Qué dolor, qué rabia, qué decepción!

La trampa del extractivismo