Tiempo de un nuevo mañana
Por José
Manuyama Ahuite
Usuarios filtran en
las redes sociales videos de pacientes y de víctimas fatales del Síndrome de
Respiración Agudo (SARS COV-2), sin que el Ministerio de Salud pase a
recogerlos en forma rápida, como es el caso de un fallecido que estuvo por más
de 24 horas en su departamento donde vivía solo. En el Perú, ya superamos los 7
mil contagiados de coronavirus, un problema que se inició fuera de las
fronteras y sin el cual más de 190 personas, la mayoría de avanzada edad,
estarían vivas en este momento. Se supone que cada familia resuelve sus
problemas directos y el Estado se encarga de cuidar el interés común tanto en
la prevención como en la reacción. No hay duda que hay esfuerzo conjunto para
evitar la propagación descontrolada del virus, pero en la prevención el
gobierno sí que ha fallado.
Es necesario
recordar que, en el 2012, miles de pobladores en Iquitos, dejaron sus
particulares obligaciones, y marcharon por las calles gritando, “sin Nanay
agua no hay”, “agua sí petróleo no”, “fuera Conoco del Nanay”. Estas
manifestaciones lograron, a través de las organizaciones sociales y
principalmente por el Comité de Defensa del Agua, la ConocoPhillips entendiera
que debía abandonar el proyecto que le permitía extraer petróleo en la cuenca
del Nanay. No fue una batalla fácil, pero por hoy no hay extracción petrolera
en la zona, aunque surgieron otras lacras como la ilegal extracción de oro,
contra la que ya estamos combatiendo. Lamentablemente en otras zonas de Loreto
se extrae el petróleo produciendo unos terribles daños ambientales y sociales
en el entorno. Más allá de esto, Loreto ha tenido muchos otros memorables
eventos cívicos.
El tiempo y los
hechos vienen dándonos la razón, aunque nos ganamos enemigos gratuitos de
quienes difunden algún proyecto de turno destructivo ambientalmente, pero rentable
para los constructores y beneficiarios satélites corruptos. La esposa de un
presidente sureño llamó alienígenas a los protestantes de su país. Acá nos
dicen “antidesarrollo”. Pues, no. Los alienígenas rapaces son los que lucran
con los proyectos, destruyen la naturaleza, la vida humana y mientras fungen de
bienhechores. La agenda ambiental nos salvará.
Los científicos
piden reducir el CO2 en forma drástica. Implica paralizarlo todo y transformar
el modo de vida urbano. El coronavirus, hijo legítimo de la era que colapsa,
que desafortunadamente puede matar a millones de personas, increíblemente ha
logrado a la fuerza detener la maquinaria económica depredadora. Si luego todo
regresa a la normalidad devastadora, seguiremos en conteo regresivo para la destrucción
de la humanidad. El 2030 es la fecha límite para proteger a los ecosistemas,
según el informe reciente de la Plataforma
Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios. No es la vida de
los pueblos originarios la que contamina.
A nadie más debería
importar nuestra vida más que a uno mismo. Este coronavirus puede que se lleve
a muchos de nosotros, pero cuando se irá dejará a un pequeño grupo, a los que
viven de acumular enfermizamente, más obesos que nunca de dinero, beneficiados
directos por los rescates financieros con erario público, mientras que el resto
se quedará más endeudado que nunca cuando no en cenizas.
Debemos
desconectarnos de este juego perverso llamado “desarrollo” que esconde detrás
de sus vanos apuros todos los traumas que produce. La pandemia es un derrame
biológico, que ya no destruye solo a indígenas como los desastres petroleros,
pero derrame a fin de cuentas que revela nítidamente que siempre estábamos
todos, sin importar tu origen y tu país, bajo mortales derrames de todo tipo. En
esta tragedia, lamentablemente algunos perecerán, y sentirán la pérdida de un
ser querido, pero realmente todos desde hace tiempo ya hemos perdido nuestra
esencia más humana. Por ello debemos vivir estos momentos como una transición,
no para regresar a la normalidad degenerada, sino para empezar a recuperar lo
desposeído, e inaugurar un nuevo mañana, un cielo en la tierra, “una
tierra sin mal”. Sería un escenario de amistad pura, gratuidad,
abundancia y una sencillez a lo amazónico. Pero para ello, haciendo gala de
nuestras mejores herencias cívicas, como el descrito
anteriormente por el Nanay, debemos reaccionar a tiempo para desinfectar
nuestra mente y a nuestra tierra, para declararla “zona de refugio natural e
intercultural” y libre de toda actividad depredadora (petróleo, tala,
extracción de oro, siembra ilícita de la coca, corrupción), la zona cero
del vivir bien.
Aseguraremos nuestra
alimentación orgánica, un modo de vida sano, un trabajo productivo esencial que
beneficie a todos. Así podremos proteger y disfrutar nuestros hermosos ríos y
su diversidad fabulosa. Si todos los pueblos hacen lo mismo en sus respectivas
regiones y continentes, superado este tiempo epidémico, habremos recobrado la
cordura y la era de paz habrá de llegado.
Pero, esto no camina
solo. Tiene razón Byung Chul Han (La emergencia viral y el mundo de mañana), el pensador
coreano que escribe desde Alemania, el virus no hará la revolución humana por
nosotros. Necesitamos un pensamiento humanista viral que nos haga sentirnos
responsables de nuestro destino. Súbete a este barco. Siéntete convocado.
Participa. Debemos hacer que el Estado en todas sus instancias funcione.
Cumplir una función pública es de gran responsabilidad. No es para lucrar ni
asumir posturas de virrey. Es para resolver los difíciles problemas que hay. El
que no es capaz debe dar un paso al costado. Los ciudadanos no suplimos al
gobierno. Podemos ayudar, pero para resolver los problemas comunes están las
instancias públicas en cada jurisdicción geográfica. Por ello tenemos alcaldes,
gobernadores, ministros, y todo lo demás. Hay esperanza, reeducándonos y
reorganizándonos lo vamos a lograr.
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