Gestión estratégica de las instituciones escolares

José Manuyama
Ciertamente que una escuela si se lo plantea puede alcanzar logros tangibles en el corto y mediano plazo. Por ejemplo: alto índice de horas efectivas de clase y/o elevar los aprendizajes en competencias comunicativas y razonamiento lógico matemático. ¿Qué es tan imposible? Las comunidades docentes debemos liberarnos de muchos prejuicios y contraviento y marea organizar la escuela para el aprendizaje. Me aventuro a sostener que, en la mayoría de los casos, no hemos explotado hasta el límite las capacidades y recursos existentes.
Pero para esto se requiere contar con una visión pedagógica, increíblemente ausente en las mentes de muchos (as) profesores y directivos. Los casos abundan. Es deplorable ver cómo algunas instituciones educativas con capacidad de gasto no alcanzan a instalar una sala de cómputo decente, que permita el desarrollo de habilidades informáticas de sus estudiantes. Es triste decirlo, pero los responsables de dirigir las escuelas ven todo menos la parte pedagógica. Se pierden en el laberintoso mundo escolar ya que no visualizan con claridad lo primordial de su misión: la formación básica de niños, niñas y adolescentes.
El problema de la calidad no depende tanto de cantidades, sino de manejos adecuados y eficientes. Es decir, se puede contar con muchos recursos, pero si no se los da un buen uso, no sirven de nada. También se da el caso de que aún con pocos materiales, optimizándolos pedagógicamente, se obtiene un mejor resultado. Convendría preguntarse entonces, si las escuelas utilizan eficientemente sus recursos escasos. En este sentido es importante reconocer la importancia de la gestión estratégica en el manejo de las instituciones escolares. La gestión tradicional se ahoga en la resolución de problemas de tipo cuantitativo – más sillas, aulas, muro perimétrico, accidentes, revisión de planes de clase, y otros –, pero no trae nada nuevo a la escuela. Pasarán los años y la institución no habrá avanzado. Por su parte, la gestión estratégica permite plantear una visión meta que reorienta la marcha institucional. En este enfoque los problemas no se resuelven problemas por resolver, sino para alcanzar un ideal: ser los mejores en matemáticas, en innovaciones pedagógicas, bilingües, etc. La planeación estratégica hace posible aquello que parece imposible: nadie creería que una escuela que se cae a pedazos puede convertirse en una de las mejores del país. Los sueños no son alcanzables de la noche a la mañana, pero sí poco a poco, ladrillo a ladrillo, prioridad tras prioridad no exento del máximo trabajo y desvelo. En algunos casos, significará transitar de una escuela que da pena a otra digna de admiración. De esta forma, todo lo que se realice dentro de una institución adquiere sentido y vigor: desde el trabajo de aula, pasando por el apoyo de los padres y madres, hasta las interminables luchas ante la indiferencia estatal. Es hablar de un verdadero proyecto comunitario.
No podemos cesar de aprender. Cada colectivo educativo debe proponerse mejorar a partir de la situación particular en que se encuentra, haciendo uso de recursos teóricos y metodológicos valederos como la planeación estratégica. Algunos centros educativos ostentan estupenda infraestructura, pero no proyecto educativo. Otros no tienen ni lo uno ni lo otro. Pero sólo con proyecto definido es posible avanzar. Debemos obligarnos a pensar en un futuro prometedor alcanzable de a pocos y a partir del cual se organicen los recursos humanos y materiales para concretizarlo.

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