La trampa del extractivismo
Por José Manuyama
Con ánimo de aportar
ideas dónde basar una idea de desarrollo alternativo (o un contradesarrollo),
respetando a otros planteamientos sobre el mismo, pongo al debate la siguiente
perspectiva.
En torno al concepto de
extractivismo. No toda extracción se concibe dentro de este concepto. Lo que
saca un poblador para consumir o para vender para su subsistencia por ejemplo. Es
extractivismo la extracción desmesurada de grandes volúmenes de materia prima
o de productos agroindustriales para destinarlos al mercado externo. Eduardo Gudynas, pensador
uruguayo, desarrolla con precisión este concepto. Ejemplos, extracción del
guano, del caucho, oro, gas, madera, petróleo y monocultivos.
En este sentido se
combate este modelo. Porque te condena a alimentar a los mercados
internacionales en una relación desigual e injusta comercialmente y dejando
pueblos y ambiente devastados. Se saca miles de toneladas de materias primas a
favor de negocios extranjeros a precio ínfimo y regresa a modo de productos
diversos a precio elevado. Hoy se saca más que nunca de América Latina insumos básicos para ser exportados. El mercado que hoy compra más, nuevo operador de la
cúspide colonialista, es china mientras que EE.UU. empieza a ceder dominio
comercial y geopolítico.
Este modelo viene desde
la colonia y se actualiza como un neocolonialismo donde nuestros países
cumplen el sempiterno rol de pilas, de abastecedores de nuevos centro de poder.
Antes España, después Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, China.
El extractivismo en su
real dimensión no ha mejorado la vida de los pueblos, la ha destruido junto a su
ambiente vital. Por ello debe ser combatido desde todo punto de vista. La mayor
crítica al extractivismo no es a los pocos gobiernos progresistas que no han
podido salir de la trampa del mismo, sino a los gobiernos de siempre que sirven
de comparsa a grandes intereses de particulares nacionales o extranjeros.
La transición a un mundo
post extractivista es urgente. No hay tiempo para más. Salvo escasas
excepciones que logran autonomía transformadora, los grupos de poder
internacionales se defienden trayendo tras de sí el colapso planetario, como un
episodio fatídico de “crónica de una muerte anunciada” a escala global. Sólo un
proceso de radical transformación de nuestra sociedad en base a nuevos valores
podrá detener el tren suicida a que nos conduce el capitalismo corporativo,
cuya cara más visible es el clima de guerra que impera en la actualidad.
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