Arboricidio

José Manuyama
En estos últimos tiempos se ha vuelto común toparnos con grandes despropósitos oficiales, bosquejados en cómodos gabinetes gubernamentales. Gratuitos desaciertos que indican que las autoridades tienen más vocación de suicidas políticos que ganas de alcanzar el éxito. Aunque esto pase frecuentemente, hay momentos en que nos olvidamos de ello, para luego despertarnos al poco tiempo con otra sorpresa del día, un nuevo disparate.
Esto mismo acaba de pasar con la empecinada decisión municipal de arborizar lo arborizado en algunas zonas de la ciudad de Iquitos. Los usuarios de vehículos motorizados conocemos de los fuertes embates de la energía solar, especialmente en las horas en que más arrecia el calor. Pasar por aquellos jardines y árboles de algunas calles de Iquitos es una efímera pero grata sensación que los transeúntes podemos disfrutar. Por esto, llama poderosamente la atención pasar ahora por la calle Samanez Ocampo, antes engalanada por grandes y exuberantes árboles y plantas, que este miércoles 16 de Mayo fueron arrasados totalmente, so pretexto de dar paso a un mentado plan de mejoramiento del ornato de la ciudad con fines turísticos. ¿Cómo se puede explicar esto? En realidad, no hay explicación que valga. Nuestra solidaridad con la protesta de los vecinos ante este acto prepotente e irracional. Al pasar por esta calle, te envuelve un sentimiento de incomprensión y desazón al ver un deplorable panorama: árboles caídos, ramas desperdigadas, resguardo policial, plantas cercenadas y un calor exorbitante donde antes corría suave brisa.
La principal tarea de la municipalidad es brindar mejores condiciones de vida a la población en su conjunto, para lo cual se le asigna recursos financieros. Cabe preguntarnos entonces ¿qué tan apremiante era realizar esta “exquisitez”, a sabiendas de la oposición de los vecinos de la zona y los transeúntes? ¿En tal malas condiciones estaba la calle Samanez Ocampo como para merecer semejante “atención”? Ciertamente nadie puede entender este hecho.
Lo más preocupante de todo es que el fenómeno se repite en nuestros representantes. Se toman decisiones enteramente arbitrarias, que de ninguna forma inciden en la solución de los problemas más acuciantes. Si esto se generaliza, nos veremos envueltos en un caos gubernamental y social sin posibilidades de mejoras serias y ordenadas. Claramente estamos en un verdadero peligro. Hasta hace poco a una autoridad regional se le ocurrió pensar que un estadio de fútbol era más importante que programas sociales, inversión en saneamiento de agua y desagüe, educación, vivienda, proyecto de desarrollo. Se gastó alrededor de 20 millones de soles en una infraestructura cuya utilidad para el desarrollo es nula. Fue como gastar todo el sueldo del mes en la absurda compra de un moderno equipo de sonido, aunque luego no quede ni para el té.
En realidad, hay muchos problemas que enfrentar en la Provincia que requiere urgente atención. Las últimas cuadras de la calle Ricardo Palma, clama desde hace mucho de desagüe y pista. La avenida del Ejército es intransitable. El ruido vehicular en Iquitos es intolerable. La delincuencia crece en forma alarmante, etc. Sin embargo, no se observan señales claras que digan que estas preocupaciones y otras no mencionadas sean de prioridad municipal.
Nunca es tarde para enmendar los errores, aunque en la calle de don Aurelio Tang ya no se pueda hacer nada, pues el daño ya está hecho. Esta ruta dejó de ser lo que era.
Urge una verdadera formación crítica de los futuros ciudadanos, una formación cívica y política que ayude a pensar y optar por los criterios más acertados a la hora de elegir a sus representantes que ocuparán los cargos públicos.

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