La lucha debe ser por una curación integral
José Manuyama Ahuite
No debemos ver el
coronavirus como un problema aislado que apareció de la noche a la mañana, sino
como uno más de una serie de problemas, originados por intereses económicos de
una sociedad que se beneficia autodestructivamente, piloteados por entidades
comerciales internacionales, nacionales y locales.
Todos de algún modo
estamos librando una dura lucha para sobrevivir al virus, aunque muchos no lo resistieron.
Pero no todos conectamos el problema con las otras pestes que padecemos. Sería
una lucha completa si se empata con las demás que se han venido
librando previamente, contra las enfermedades sociales preexistentes. Entonces,
la lucha completa sería liberar al cuerpo social de todas esas epidemias que
acabarán a la larga con todos, si no son detenidas.
Es decir, del mismo
modo que hubo una reacción solidaria para comprar la fábrica de oxígeno, así
también debe librarse una cruzada para detener al dengue, la leptospirosis.
También a la contaminación petrolera y a la de mercurio de la minería aluvial.
Igual, contra la corrupción que cruza todos los demás males y con más razón
contra la polución del CO2, un problema generado por la gran industria
mundial. De hecho el Comité de Defensa del Agua ha sido el espacio de
batalla de numerosos ciudadanos de Iquitos para detener algunos de estos males: la deforestación, la contaminación petrolera, la minería ilegal
en el Nanay y el CO2 de la energía fósil.
No es posible
resolver estos problemas dentro de este vientre pandémico que nos envuelve. No
se puede. Cualquier intento por resolver dentro de sus límites se terminará
absorbido por la estructura. O lo abandonamos o perecemos. O superamos
esta era o morimos. Significa que debemos dejar de lado sus principios
hegemónicos y establecer otros alrededor de la defensa de la vida.
Y aquí está el problema,
pues la solución no gusta a muchos: la vida ecológica según región territorial.
Hablamos de la agroecología andina, de la ecología costeña y la ecología
amazónica intercultural para la selva.
Es la oportunidad para un Perú
intercultural, sin racismos. Oportunidad para refundar nuestro país, de poner
las culturas peruanas como los pilares de la nueva peruanidad post república
colonializada.
No estamos
derrotados. Si podemos levantarnos. Pero este levantamiento no puede hacer la
gente que ha sido formada por los paradigmas corruptos de siempre. La gente no
cambia así nomás. Tiene que vivir una gran conmoción personal para que suceda.
Necesitas formarte desde chico o para darte cuenta tienes que caerte del caballo de grande como Saulo de
Tarso.
Es un llamado a todo aquel que se diferencia por un pensar de fondo ecológico para encabezar la transición hacia un mañana que nos merecemos. Muchas veces los que piensan diferente solo escriben, como el académico puro. No participan en política. Otros critican lo malo pero no critican sus causas. Y a otros nos falla la fuerza.
En este contexto, la
Amazonía loretana tiene todo para recogerse sobre sí misma y decantando el
modelo racista importado, revalorando la ecología ancestral, puede convertirse
en un ejemplo de convivencia humana, la “tierra sin mal” que mis ancestros
kukamas imaginaron. Un mundo de seguridad alimentaria y sanitaria digna de
imitar.
Si nuestra vida cotidiana no es para alardear sino para darnos principalmente seguridad sanitaria familiar, entonces no tendremos urgencias materiales que nos endeuden financiera y vitalmente. Se revalorará la chacra, la alimentación orgánica. Nuestros ríos y bosques bajo condiciones de manejo nos dan una increíble gastronomía y medicinas de todo tipo. Dejemos atrás la tendencia colonial de copiar costumbres extranjeras. Es momento de una renovada identidad amazónica.
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