El Sueño del Celta, el nuevo “Libro Azul”

Cuando la versión final del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación fue publicada, en el 2003, reconocidos representantes de ciertos sectores políticos, eclesiásticos, militares y policiales reaccionaron furibundamente por los hechos, conclusiones y recomendaciones que allí se consignaban. En dicho informe se describen con detalle innumerables acciones perpetradas por los grupos terroristas y también por algunos miembros de las fuerzas armadas que atentaban contra los derechos humanos. También se encontraba cierta responsabilidad en la sociedad civil en general por mantenerse al margen como si lo que se vivía en el conflicto interno no fuera un asunto de su incumbencia. Como era de esperar partidos políticos y otros actores sociales trataron de negarlo, desprestigiarlo y desvalorizarlo frente a la opinión pública.

Me imagino que algo similar se vivió entre 1909 y 1912 cuando salieron a la luz pública las denuncias primero de Benjamín Saldaña Roca en el semanario La Felpa y la Sanción en Iquitos, y luego el informe del cónsul inglés Roger Casement en Londres. Con todo el poder que tenía en sus manos Julio C. Arana, dueño de la Peruvian Amazon Company, constituida en Londres en 1907, que extraía caucho en el Putumayo, por supuesto, hizo lo imposible para desprestigiar las acusaciones y evitar que los implicados directos o indirectos fueran llevados a juicio. Los belgas tuvieron una similar actuación ante las denuncias que el mismo Casement presentó en 1903, donde se les acusaba de provocar en el Congo africano un similar exterminio como el que se vivió en la selva años más tarde. Llama la atención el hecho de que en la Amazonía fueron inmigrantes mestizos quienes perpetraron la más bestial esclavitud y exterminio de boras, huitotos, nonuyas, y otros pueblos indígenas. En el Congo fueron exclusivamente colonos europeos. En el origen de estos casos resalta la simple codicia bajo la égida de un supuesto comercio mundial y la extensión de los valores occidentales.

Más allá de los hechos históricos, la obra de Mario Vargas Llosa, El Sueño del Celta, nos da una mano a quienes aspiramos construir un país de ciudadanos, sin fracturas, consciente del pasado y con un presente donde todos sean parte de un solo colectivo al margen de las diferencias de cualquier naturaleza. Así como en su momento, la publicación del denominado “libro azul”, con que se denominó el informe final de las investigaciones de Roger Casement referido a la explotación del caucho en el Putumayo, provocó un fuerte rechazo tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, que obligó a las autoridades peruanas de entonces a hacer por lo menos el amago de interesarse en el tema, el nuevo libro de Vargas Llosa puede provocar una gran discusión, por lo menos en el enorme círculo de sus lectores, al poner en el tapete unos sucesos que develan con crudeza la crueldad que despierta en los seres humanos la ambición y el dinero y lo que puede provocar un sistema económico y político que se mueve en forma frenética en pos de la renta.

En el año 2009, un grupo de personas e instituciones de Iquitos recordaron en forma modesta el centenario de la denuncia periodística que publicara Benjamín Saldaña Roca, hecho que finalmente hizo que el gobierno inglés de la época enviara a un miembro de su servicio diplomático a investigar lo que estaba sucediendo. La campaña iquiteña no alcanzó el éxito esperado, y nadie del colectivo hubiera apostado a que fuera nada menos que Mario Vargas Llosa quien se preste a dar a conocer directa o indirectamente unos hechos casi desconocidos de nuestro pasado, a través de una magnífica novela histórica. Se sabe por la prensa que la primera edición en español del Sueño del Celta alcanza la suma de quinientos mil ejemplares, de los cuales 60 mil se venderán en el Perú. Se supone que otro tanto y más se publicará para los países europeos y asiáticos. La afortunada coincidencia entre la decisión de la Academia Noruega de Ciencias y Letras de darle el premio Nobel de literatura y la fecha de publicación de su obra, sin duda hará que ésta se difunda en forma rápida y amplia. De esta forma, uno hecho histórico cuyo conocimiento estaba restringido a historiadores y legos loretanos, será conocido en todas partes del orbe, y puede convertirse en otro emblema de las tantas tragedias humanas, pero también de la lucha del hombre por su liberación y humanización.

Julio C. Arana, el exportador de caucho extraído con sangre indígena, hizo todo lo posible para evitar se sancionen a los culpables, pero más tarde que nunca, mérito de la literatura del Nobel peruano, la justicia histórica se abre paso para poner en el banquillo en forma simbólica a quienes perpetraron uno de los más oscuros episodios de la historia amazónica.

Comentarios

  1. Juan Domingo Pereyra22 de noviembre de 2010, 5:55

    Hola José :

    Extraordinario tu artículo sobre los hechos del Putumayo que se narran en la última novela de MVLl. Realmente son acontecimientos de inmenso impacto regional que deben ser adecuadamente entendidos y procesados por los loretanos y por nuestras nuevas generaciones. No creo, sin embargo, por muchas razones, que la obra de MVLl contribuya, más allá de sus metáforas y de la recreación literaria de sus personajes, en los cuales nuestra selva amazónica es escenario, a una toma de conciencia nacional sobre esos hechos, ni contribuir a interpretarlos.

    De paso, te pediría si es posible, editar en tu blog un artículo que envié a la CEL en abril 2009, sobre unas notas publicadas en El Oriente en relación a la candidatura de Arana a Senador por Loreto en 1921, 7 años después de la muerte de Roger Casement, y las referencias a sus movidas para hacerse del territorio finalmente entregado a Colombia. Un abrazo.

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  2. Felicitaciones Pepe por el artículo, es gratificante ver que van saliendo expresiones válidas respecto de la acción de los caucheros y del tristemente célebre JC Arana, del que felizmente se ha librado el nombre de una calle cercana a donde vivía.
    Va siendo hora de que desde la tierra que nos vio nacer salgan opiniones, análisis y críticas de tan aciaga época.
    Sería también importante que atendieras el pedido de JD Pereyra, para mayor abundamiento de información.
    Cordiales saludos.

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  3. Estimado Pablo, gracias por agregar tu comentario. La literatura de Vargas Llosa, actualiza nuestra preocupación por algo que en el fondo nos interesa entender. Asimilar un pasado que nos lacera el alma, que permanece en el umbral del desprecio en alguna gente y en el desconocimiento de otra. Por ello, aunque el tema de fondo tampoco ahora llegue a calar en la conciencia nacional como lo plantea Juan, creo que entre nosotros hay un espíritu de justicia renovador que fortalece nuestros ideales de ser cada vez más humanos para el futuro. Me imagino que comprender los hechos pasados nos humaniza, y esta idea es la mayor victoria que queda detrás de la literatura, las investigaciones, las opiniones. En la CEL puse el correo que envió Juan el 2009, que también ahora mismo lo agrego a este blog como muy sabiamente sugieren ambos. Saludos a ti y a Juan.

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