Prohibido parpadear

La semana pasado me tocó vivir una desconcertante experiencia a partir de la cual se puede extraer algunas reflexiones, en torno a las limitaciones que las gestiones municipales y regionales adolecen, por la falta de capacidades políticas y técnicas para hacer las cosas correctamente.
Entre la calle Huanuco con 28 de Julio existe un terreno de aproximadamente 300 m2, en cuyo centro se encontraba una loza deportiva de más de 15 años de existencia, que recibe la visita de jóvenes deportistas de diversas partes de la ciudad. Es un espacio que ya forma parte del paisaje del reciente distrito de Punchana, igual que las otras lozas instaladas en todos los barrios populares.
De la noche a la mañana un grupo de personas empezaron a picar el deteriorado cemento para poner los restos a los lados de lo que fuera la canchita deportiva. Vaya sorpresa para los habitantes de las 8 viviendas que tienen el domicilio alrededor de la misma y de los vecinos que siempre soñaron ver a este lugar hermoso, lleno de jardines y espacios para las niñas y niños. Quizás era la oportunidad soñada que la autoridad municipal en forma diligente quería dar cauce. Pero valgan verdades fue sorprendente descubrir que el promotor de tal empeño recaía en un Comité de Gestión cuyo representante nadie conoce, pero que sí tenía el patrocinio de la Municipalidad Distrital de Punchana. Ésta, conjuntamente con el Programa Construyendo Perú asumen en forma mancomunada el financiamiento de la obra. Hasta ahí se podía aceptar el hecho si ante tan preocupada gestión los encargados, los técnicos de la municipalidad hubieran respondido con acierto y finura. Lo cierto es que tardíamente o mejor dicho cuando las cosas estaban avanzadas nos enteramos de que existía un Proyecto de Minicomplejo Deportivo, con expediente técnico elaborado, financiamiento en ejecución y por lo cual los trabajos iniciales se estaban ejecutando. Incluía reubicación de la loza actual y construcción de otra, tribunas de cemento y unos cuantos juegos mecánicos en el poco espacio que restaba. Es un apiñamiento completo y sobre todo deja a los pobladores del entorno sin entradas vehiculares de ningún tipo y principalmente con menos áreas verdes. Las tribunas que solo se utilizan en las horas de juego, servirían para estrechar las aceras generando focos de peligro y de malos hábitos. Pero ¿a quién se le ocurre cambiar espacios verdes por bloques de cemento? ¿No era preferible acaso que se mejore la antigua cancha deportiva y se embellezca el resto del terreno, con jardines, plantas, pequeñas aceras, asientos, árboles nativos como la capirona o el leche huayo?
Nadie se opone al mejoramiento de la zona, pero cuando las cosas se plantean sin ningún criterio, ni buscando la optimización de los recursos, ni teniendo en cuenta la mayor cantidad de beneficiarios, ni el cumplimiento riguroso de los procedimientos, entonces es justo elevar la más enérgica protesta, pues los que dirigen la ciudad fueron elegidos para que hacer posible que todos podamos vivir mejor. No puede ser que aquello que puede afectar la vida de las personas se decida en un gabinete sin tener el más mínimo reparo. Los pocos espacios que quedan para el uso público tienen que ser explotados de la mejor y más diversa forma posible, dando a la población zonas ecológicas, frente a tanto cemento que convierte a la ciudad en una gigantesca sauna.
Este caso no es un hecho aislado. Cuántos municipios adolecen de las mismas falencias en sus equipos técnicos. Por eso se construyen instituciones educativas donde el río se los lleva al poco tiempo o aulas sin sanitarios, calles sin desagüe, pozos de agua que no sirven, hospitales sin equipos e instrumentos básicos, la falta de visión y planificación es un mal endémico en la gestión pública que los ciudadanos tenemos que exigir se incluya dentro de sus prioridades.
La reacción de los pobladores de la urbanización los Próceres ha puesto entredicho la mencionada obra. El problema todavía no se ha solucionado. Se supone que los responsables de este desatino serán severamente sancionados, pues han puesto en peligro el buen uso de los recursos públicos y la tranquilidad de los vecinos y vecinas.

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