Oportunidades que se pierden

Sueño que un día tengamos las autoridades más idóneas que sean capaces de liderar y aglutinar al sector magisterial tras una revolución educativa que garantice el acceso equitativo e igualitario de todas las personas a su desarrollo personal y profesional. Que inmiscuya a todo el magisterio en una dinámica de cambio, creatividad, exigencia que permita crear verdaderas comunidades de aprendizaje. Que dignifique la labor docente con los estímulos y las condiciones más adecuadas y que vincule su mejor desempeño profesional con calidad de vida personal y familiar. Que involucre a toda la comunidad sin excepción sin que parezca que la educación sea una tarea exclusiva de las y los docentes.
Por las circunstancias aciagas en que se debate la educación en estos días, podemos colegir que aún estamos a años luz de aquella realidad. Si nos preguntáramos a dónde apunta la política educativa estatal la respuesta quedaría sin respuesta ya que los efectos más inmediatos de sus iniciativas han sido desalentadores. Quisiéramos adivinar qué quiere el Gobierno en materia educativa. Quizá sea su logro más evidente traerse abajo a la dirigencia magisterial, pero que en cuyo proceso también están destruyendo las bases morales de aquellos en quienes reside una parte fundamental del desarrollo del país.
Para nadie es un secreto que la educación nacional está en total estado de emergencia. Sin embargo esta emergencia no es un hecho exclusivo del sector educación, pues ciertamente casi todos los sectores sociales, instituciones del Estado, representaciones polí­ticas, organizaciones de base, medios de comunicación, la sociedad civil y también el empresariado están en la misma situación. Es decir, la crisis educacional constituye parte de un generalizado estado de debacle. Nadie debe excluirse de la responsabilidad ante todo este descalabro, menos el magisterio y menos el mismo Estado. Por ello, es una temeridad depositar toda la responsabilidad en los maestros, como perversamente se ha hecho creer a gran parte de la población.
Después de dos años consecutivos de iniciar las clases escolares, por lo menos oficialmente las primeras semanas de marzo, este año las clases se iniciarán a fin de mes, y en los ámbitos más lejanos, quizás se alargue hasta el mes de abril y mayo. Al término del defectuoso proceso de nombramiento y contrato, muchos colegios habrán cambiado la tercera parte de su personal. Sabemos lo difícil que es crear equipos de trabajo más o menos estables. ¿Esto es algo que se planificó detenidamente? Por supuesto que no. Estamos seguros que en el MED estaban tan entretenidos en sus grandes ideas que no visualizaron estas consecuencias como muchas otras que están afectando el trabajo orgánico de tantas instituciones educativas. La nota catorce ha puesto al borde de desaparecer, de hecho terminarán desapareciendo a buenos institutos pedagógicos, como el ISPP-Loreto, mientras centenares de institutos pedagógicos privados seguirán aumentando la oferta docente de bajo nivel profesional. Antes de aplicar al caballazo cada idea brillante que apareció en aquellos gabinetes ministeriales pudieron pensar detenidamente en las consecuencias, pero seguramente no tuvieron tiempo para ello, tampoco tuvieron capacidad de enmienda ante los innumerables pedidos de las instituciones afectadas.
La labor docente es una tarea sumamente compleja y maravillosa, que requiere de altas habilidades técnico pedagógicas. Enseñar no es pararse frente a unos alumnos y recitarles unos textos. Eso lo hace cualquier persona, sea letrada o no. Los 300 mil maestros activos requieren de acompañamiento permanente y formación continua. ¿Alguna vez ha existido un programa nacional que se haga cargo del asunto? Ninguno. Han habido capacitaciones focalizadas y temporales. Y todo quedaba siempre ahí­.
La estructura gubernamental de sector educación hace mucho está en crisis. No tiene objetivos claros ni mecanismos para hacer cumplir sus directrices. La calidad educativa no puede administrarse sólo por decreto. Ningún gobierno asigna los presupuestos requeridos para hacer que el sistema funcione. Y los pocos recursos que existen se pierden en el camino, sin haber cumplido su razón de ser. No hay dinero si no para salarios y ya sabemos qué salarios. Se explica de esta manera el porqué muchas instituciones no son visitadas durante años. En este contexto puede pasar cualquier cosa -corrupción de por medio - y son los niños los que padecen las consecuencias, siendo los más pobres los doblemente afectados.
Los mejores maestros están condenados a dejar el aula, pues su buen desempeño les hace susceptibles de ser captados por instituciones no escolares para trabajar en gestión o investigaciones. Un buen maestro puede ser por sí­ mismo una escuela de formación docente. Puede hacer carrera en el aula. Necesitamos que haya excelentes docentes en el aula. Pero, existen mejores condiciones laborales en otros espacios que sacan al maestro de su verdadero trabajo. ¿Qué política estatal enraíza a estos maestros en sus aulas como sucede en otros paí­ses? Cómo puede exigirse a un docente o éste ir a laborar en el medio rural si no tiene los suficientes estí­mulos. Es mucho pedir que sea sólo por interés personal o vocación de servicio.
Para avanzar se necesita de un pacto social que convoque a los actores involucrados. Con exabruptos bien intencionados no se logra nada. En contraste, se ha sembrado el ambiente de desconfianzas que obstaculizarán procesos ulteriores de cambio. Para avanzar se necesita de un clima que favorezca el compromiso de todos, no que los reduzca o lacere. ¿Me pregunto para qué tenemos un Proyecto Educativo Nacional si no sirve para regir el destino de la educación nacional? Me parece que este Gobierno desperdicia una excelente oportunidad para comprometer a la sociedad en una movilizacón educativa que termine sacando a la educación peruana del letargo en que se encuentra.

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