LA NAVIDAD Y SUS VERSIONES

Publicado en kanatari 23/12/07
La celebración de la Navidad rememora un acontecimiento propiamente religioso centrado en la figura del nacimiento de Jesús de Nazareth, símbolo fundamental de la cristiandad y en torno al cual encuentra su más legítimo sentido. En realidad, esta festividad debería concernir únicamente a aquellos colectivos que lo asumen como parte de su propia religiosidad.
Más allá de esta significatividad, la Navidad prácticamente se generalizó en forma desmesurada, o dicho de otra forma se liberalizó. Fuera de su procedencia original, su celebración se vincula en la actualidad, con valores más universales que religiosos. En ciertos casos se redujo a un reencuentro familiar con carácter especial, a una deliciosa cena o, simplemente, a una noche de placer y de juerga. Por otro lado, la Navidad también adquiere una connotación sombría cuando topa aquellas fibras más magulladas del alma, frustraciones de diverso tipo, producto de un pasado lleno de privaciones y desamores. Jóvenes, adultos, niños, niñas y adolescentes activan recónditas carencias emocionales y afectivas. De este modo, lo que está hecho para ser un ágape espiritual y familiar, esperanza de un mundo nuevo en el simbolismo del nacimiento de un niño divino, se convierte rápidamente en una gran fuente de ansiedades y tristezas, que devela lo que en efecto cada individuo necesita, pero que pocos lo vivencian verdaderamente: afecto y más afecto.
Esta dispersión del significado de la Navidad es bien aprovechado por el poder económico y financiero que encuentra la oportunidad para vender la utilitaria idea según la cual, ésta no es más que una oportunidad para adquirir todo tipo cosas. Consumismo puro que se camufla en la algarabía navideña. Montañas de dinero circulan por doquier en cualquier parte del orbe donde se celebra la prodigiosa revelación de Jesús. La Navidad se torna de esta manera en una gran fiesta mercantil, en que se devora toda clase de juguetes, ropas, lujos y cosas, pero menos sosiego interior.
Este tipo de navidad tiene su correlato trágico en amplios sectores poblacionales que viven al margen del sistema de consumo. Esa mitad de peruanos y específicamente aquellos que viven en medio de la pobreza extrema. Lo más incisivamente irónico es que, aunque no pueden acceder a la dinámica comercial, miran de reojo lo que no pueden tocar, huelen deliciosos aromas que difícilmente podrán probar, en otras, palabras, viven de cerca el acelerado movimiento del que no forman parte. ¿Cómo explicar a un niño que ve a otros mostrar ropas nuevas, juguetes, zapatillas, etc. el por qué no puede gozar de lo mismo? Tal vez ni siquiera pueda renovar esa sandalia deteriorada que lleva consigo ¿Qué sentirán los adolescentes de la periferia, en esta fecha, cuando no pueden ponerse un nuevo y modesto conjunto acorde a su edad y amistades? En este caso, la Navidad, en esta versión más, deja relucir con crudeza la marginalidad en que vive sometida gran parte de la población peruana.
Como vemos, existen diversas formas de celebrar esta fiesta tan significativa para la cultura occidental, aunque muchas de ellas difuminan su carácter espiritual y eclesiástico. Quizás en las familias más pobres es donde se puede vivirla en su versión más original, pues ahí sólo queda la persona como persona, el uno y el otro, lejos esos accesorios mercantiles y desechables que nos obnubilan. Talvez allí se evidencia la auténtica navidad, la navidad de la fraternidad, la navidad de la humildad y de la paz.

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