El cuento del perro

publicado en Kanatari 11/11/07

Según el llamativo escrito de nuestro grandilocuente Presidente El síndrome del perro del hortelano (El Comercio, 28 de octubre de 2007), la fórmula mágica para resolver los problemas económicos nacionales reside en poner precio a todo y vender lo que se pueda vender al gran capital para obtener millones de puestos de trabajo. Refiriéndose a la Amazonía sostiene que millones de hectáreas para madera están ociosas e imposibilitadas de aprovechamiento por razones ideológicas o deplorables actitudes. Es una expresión nada novedosa que refleja claramente la actitud expoliadora que tiene cierta gente que él alegremente representa y que piensa que la Selva es una rica, aunque deshabitada despensa. Ignora, por supuesto, todas las vivencias y prácticas culturales que la población amazónica ha desarrollado en miles de años de posicionamiento geográfico para beneficiarse de sus recursos sin poner en riesgo el futuro de sus descendientes, ni mucho menos el del planeta.
Resulta paradójico que tales comentarios provengan precisamente de las personas que tienen la tarea directa de implantar acciones para el desarrollo del país y que hablan como si no la tuvieran, como si la responsabilidad fuera de otros actores y no precisamente de ellos. En realidad, es una postura facilista, pues siempre serán otros los responsables de lo malo que sucede. Bueno, si lo dijera un ciudadano que no tenga responsabilidad pública, bueno, tal vez sería comprensible, pero no así que lo diga un funcionario de su rango. Es como si un padre hablara de su familia como si esta le fuese ajena y no tuviera ninguna responsabilidad directa sobre ella. El Presidente García ya fue presidente una vez y habría que preguntársele qué hizo en su anterior mandato que habla con tal desvergüenza y como si jamás lo hubiera sido . Gracias a su gobierno anterior, la crisis social en que vive el Perú se agudizó alarmantemente. No puede echar la culpa a otros de lo que no hizo y por lo visto tampoco lo va a hacer. No basta decir que los ríos que bajan a uno y otro lado de la cordillera son una fortuna que van al mar sin producir energí­a eléctrica, sino de hacerlo. Él tuvo su oportunidad - que desafortunadamente para nosotros - no la aprovechó. Se trata de pensar qué hacer con los recursos y ahí sí que, al parecer, a todos les faltan las ideas. Se trata de elevar propuestas, pero propuestas serias, no vergonzosos contratos que no generan desarrollo, ni para los pueblos involucrados, ni al propio estado. Para esto, que los recursos se queden intactos y en esto sí merece ser perro del hortelano, pues en la amazoní­a el bosque da vida a millones de seres vivos incluyendo a los humanos Es decir, si aprovecharlos significa regalarlos y consecuentemente exterminarlos, mejor no tocarlos.
Faltan ideas y precisamente a esa derecha a la que el gobierno se arrimó, a esos cortos y tradicionales usufructuarios del poder económico y polí­tico del paí­s, que nunca fueron capaces de ver más allá de sus ganancias inmediatas, aquellos que ostentan perezosa actitud y que no ven otra salida que no sea que no sea extraer irresponsablemente materias primas, sin tener en cuenta la población que vive de ellas, ni el futuro sostenible del paí­s.
Desde que la Ley Forestal Nº 27308 fuera aprobada por Decreto Supremo ¿cuánto mejoraron las condiciones económicas y sociales de los productores y extractores madereros de la ribera?. Nada. Igual que siempre. ¿Dónde está el gran aumento de la demanda de mano de obra bien pagada, tecnologí­a de punta y manejo efectivo de bosques? Todo es un engaño. Sin embargo, sí­ hay empresarios cada vez más enriquecidos. Sí­ hay un cada vez más lúgubre monte, depredado y degradado hasta el límite. Personalmente creo en que las inversiones son necesarias, pero sólo cuando se dan en condiciones mí­nimas de racionalidad y justicia. Pero claro, esto es algo que poco importa a las grandes empresas, fábricas e industrias mundiales y a sus administradores que siempre nos han gobernado. Creo, entonces, que la versión de nuestro Presidente debe ser vista, más bien, solo como un mea culpa más que una invocación crítica.

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