El renacer de la escuela tras el coronavirus

Por José Manuyama

La línea que separa al ser del no ser es tan delgada y leve como imperceptible a la vez, máxime cuando existe un sinnúmero de circunstancias impuestas que atrofian el pensamiento crítico y debilitan la conciencia de la realidad verdadera.

Como en todo lugar de percepciones la escuela tiene las suyas, que responde directa o indirectamente a la reproducción del sistema predominante, la del crecimiento y consumo infinito que arrasa a la vida en el planeta y a la propia humanidad en su conjunto.

De vez en cuando pasan terremotos de todo tipo, los propiamente sísmicos y los otros de tipo social a los que también podríamos llamarlos temblores morales. En el Perú estamos acostumbrados a los dos tipos de terremotos.

Estos grandes acontecimientos podrían darnos las pistas para poner nuestra enferma sociedad en cuarentena y en dirección hacia su curación y convertirse en un ente recuperado de justicia y de cordura.

El sistema curricular de las escuelas es antiguo, desfasado y rígido, que fracasa en todos lados si lo contrastamos con un resultado generalizado que golpea a todos como la crisis climática. No hay proyecto humano ni educativo que salga bien librado de este contraste. Menos educación adecuada, más inhumanidad y desequilibrio climático. No se trata de rankings de lectoescritura o matemáticas, sino de personas capaces de hacer posible algo tan básico como vivir en armonía y con sostenibilidad. Cierto que la alfabetización es importante, pero no sirve de mucho si no te permite reaccionar de espanto por lo que está pasando en el mundo. Si no te hace entender que vivimos en una suerte de velado infierno social, entonces, la escuela por más renombrada que sea no responde a las necesidades humanas más urgentes.

Greta Thunberg, la adolescente activista, sí entró en pánico. Un pánico que la transformó. Que le involucró en una gran cruzada para detener a una economía desquiciada, de consumo que contamina, de negocios que arrasan continentes y pueblos, la gran deflagración ambiental que no vemos.

Una nueva amenaza sumada a las ya existentes, el coronovirus, puede ser una que después de superada despierte a la gente y descubra otra manera de vivir. Que nada es más importante que la salud, que las sanas relaciones sociales, aspectos que hoy poco importan.

El país que debemos construir es edificado por cada movimiento que en la sociedad exige atención. En este sentido, la escuela se debe replantear como partícipe de esa lucha, antes de aislarse. La realidad exige que el nuevo peruano sea un activo constructor de su país, implica estar con los que están en plena acción constitutiva. Así, la escuela verdadera renace en la conexión con la sociedad, como una socia más, como solidaria y al mismo tiempo como proveedora de más ciudadanos activos. Educa en la acción reconstructiva, involucrando a los estudiantes en la participación ciudadana, como complemento primordial de su capacitación personal.

De lo contrario, eliminada la pandemia de turno, el descalabro en curso seguirá en marcha fúnebre. Del renacer contracultural de la escuela también depende ese nuevo destino que esperamos.

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