“No estaba muerto estaba de parranda”

Las elecciones del 2006 tuvo como uno de los protagonistas principales a Alan García Pérez. Como ya todos sabíamos, había sido Presidente del Perú entre los años 85 y 90. Recuerdo, lejanamente, algunos hechos penosos que pasé en casa producto de la desastrosa política económica del aquel gobierno. En ese momento, no entendía la complejidad del asunto, sino padecía, mejor dicho, de las penurias que significó el manejo irresponsable y voluntarioso de la economía del país.

En ese entonces, contábamos con uno de los presidentes más jóvenes en la historia republicana, dotado de un extraordinario verbo que, al principio, inspiraba mucha esperanza, pero que luego trasmitió terror. Errores tras errores, terminaron sumiendo al país en el caos que sirvió de caldo social para el irrumpimiento del tristemente célebre Alberto Fujimori.

El gobierno aprista de esa época de peor forma no pudo haber salido. Fue un período ensombrecido por grandes episodios de corrupción a lo largo y ancho del país, que, por extensión, produjo nuevos ricos con dinero público y bajo el paraguas del carnet partidario.

Después de aquello, nadie hubiera pensado que Alan iba a ocupar nuevamente la presidencia del país.

La historia del exilio dorado en Colombia, luego París no merece mayor mención, salvo la interrogante más lógica: ¿de dónde sacó tanto dinero para mantenerse holgadamente en París, una de las ciudades más caras del mundo.

En fin, todos sabemos hasta la saciedad que una persona nunca deja de aprender, a pesar de que la vida nos demuestra que cuando uno ya está crecido, difícilmente se puede dejar de ser lo que se es. Repetía el maestro: árbol que crece torcido, jamás se endereza.

Un país serio, desde mi punto de vista, jamás daría oportunidad para gobernar a alguien que lo hubiera hecho anteriormente tan mal. Sería lo justo. En realidad, un mal gobierno hace perder demasiadas cosas. Tanto pierden los ciudadanos, especialmente, los más pobres cuando se mal utilizan los recursos económicos, y cuyo desperdicio es irreparable.

La elección de Alan García nuevamente como Presidente, indicó que todavía estamos lejos de lograr ese país maduro cívicamente. Aunque, para no ser injustos, debemos reconocer que sí hay sectores que nos hacen saber que aspiran configurar un nuevo país, y participan en política poniendo su mirada más allá de intereses particulares.
Para nadie era un secreto que nuestro Presidente, según analistas, tiene un ego tan grande que le hace perder el sentido de la realidad.

Quizás muchos se confiaron en que los recuerdos del gobierno pasado, los libros leídos cómodamente en el exilio dorado, habrían producido una renovada forma de pensar en Alan García, por lo que pensaron en brindarle una segunda oportunidad. ¡Qué ingenuidad! A otros no nos quedó más remedio que rezar para que la realidad no nos dé la razón. Y, finalmente, ésta nos dio la razón.

Al parecer, la frase “no estaba muerto, estaba de parranda”, le viene como anillo al dedo a nuestro locuaz Presidente.

Pero, hay un ángulo más triste todavía en el entorno del poder ejecutivo, y es que hasta el momento, muy pocos de los líderes apristas, por lo menos de los que escuchamos en la prensa, demuestran opiniones distintas de su máximo “líder”. En contraste, le hacen la comparsa en forma gustosa. ¿Será posible que no haya voces discordantes que contrapesen las opiniones extremistas venga de quien venga en el mismo partido de gobierno? ¿Será posible tanta dependencia a una persona como para anular todo discernimiento propio?

En fin, ciertamente una persona puede, a pesar de todo lo que pudo haber vivido, cambiarse a sí mismo. Pero es algo que sólo sucede siempre y cuando se está dispuesto a hacerlo.

Comentarios

  1. País extraño el nuestro, que tiende a repetir la historia convirtiéndolo en un círculo vicioso. Lo menos que se podría imaginar a aquellos que sufrieron el primer García, era que hubiera un segundo, recargado y diferente, primero un populista fanático, y ahora un bombardero nuclear neoliberal, y todo acompañado de empresarios pirañas, que en sus deseos más intimos quisiera emular, de ahi su insaciable deseo de acumular, con malas artes, dinero que según cree él le iguala socialmente con los Graña, Benavides mineros, Romero, etc; siempre fue el mejor aprendiz de Carlos Andrés Pérez que todos saben donde terminó, en la carcel por ladrón

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  2. Coincido plenamente contigo Fernando. Habrá que mirar para adelante, y ayudar a que la historia no se repita. Pepe

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