La batalla del Buen Docente

La Región 25 de Marzo, 2007
José Manuyama

Ciertamente que una convaleciente educación pública no siempre trae nefastas consecuencias, por lo menos para algunos. Como en toda competencia contribuye a que ciertos sectores sociales sigan gozando de los espacios más fructuosos o más remunerados, lo cual les facilita el acceso a los ámbitos del poder y del manejo de las riendas nacionales.
Por lo cual, el problema educativo le concierne, precisamente a los que lo padecen: la mayoría de estudiantes de los colegios estatales. Justamente, en estos centros educativos se tiene que librar una dura batalla que rescate la mejor herencia cognoscitiva de los pueblos y los ponga en condiciones de poder enfrentar cualquier situación que encuentren, en su lucha por alcanzar condiciones de vida más dignas.
Hay talento de sobra en las juventudes, sólo tenemos que promocionarlos, fortalecerlos y perfeccionarlos priorizando las capacidades cognitivas y actitudinales para resolver crítica y creativamente los problemas, es decir, el desarrollo de la inteligencia en todas sus formas. Esta responsabilidad recae en la familia, docentes, autoridades locales, nacionales; de todos ellos el maestro es el que no debe fallarles de ningún modo.
Dejar todo en manos del Estado sería contraproducente. Las autoridades no dan señal alguna, como sucede ahora mismo: el presupuesto del sector en vez de incrementarse fue recortado con respecto al año anterior. Ante este panorama, grandes colectivos nacionales estarían condenados a convivir en una perenne precariedad, institucionalizando las desigualdades y la existencia de mundos paralelos (uno de opulencia y otro de privación). ¿Quién podría aceptar esto? Algo tiene que hacerse, y desde abajo se debe y se puede apurar el paso. Mientras buscamos democráticamente mayor intervención en la toma de decisiones nacionales, educativamente se habilita a las nuevas generaciones para labrar su propio progreso. El acceso a la información (recurso indispensable para el desarrollo) se ha flexibilizado con la eclosión de la Internet , de tal modo que se vuelve una obligación incorporarla en las instituciones educativas y acreditar las destrezas necesarias para lidiar con ella. Es decir, existen nuevas y favorables condiciones sobre los cuales cimentar un proceso educativo más eficiente y efectivo. En cultivar la inteligencia y la voluntad de los alumnos y alumnas radica la posibilidad de egresarlos con un alto espíritu emprendedor y constructivo.
Sin renunciar a exigir que el estado cumpla con su deber de atender a la población en su conjunto, los padres y madres de familia y los ciudadanos en general deben acogerse férreamente a las posibilidades que le brinda una educación facultativa, es decir aquella que prepara para la vida. La familia constituye nuestro aliado natural. Debemos atraer su apoyo incondicional que garantice el sustento material y espiritual de esta tarea. Todos juntos (padres y madres, docentes y estudiantes) debemos dar vida a una enérgica lucha a favor del desarrollo personal y social de nuestra gente.
Crear las bases sociales de una nueva sociedad, justa y sin desigualdades, es un deber ético que los docentes tenemos que asumir sin miramientos. Implica dar vida a una educación liberadora que engendre esperanza para los desesperanzados, una esperanza que moviliza lo mejor de nuestras habilidades en pos de alcanzar formas de vida más humanas. Implica sacudirnos a nosotros mismo, de las malas juntas y de ciertas prácticas de la administración educativa local y nacional. Nos corresponde interpretar el sentir ciudadano y responder con altura el desafío. Debemos ir más allá de una simple labor profesional y optar por una acción más trascendente y comprometida con la vida misma.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿En qué consistió su heroísmo? FERNANDO LORES

¡Qué dolor, qué rabia, qué decepción!

La trampa del extractivismo