Estamos a tiempo de pedir cuentas

Para los que trabajamos en las aulas no es un secreto saber que entre el Ministerio de Educación y la institución educativa hay una enorme fractura del tamaño del cañón de Cotahuasi. En realidad son pocas las medidas que se implementan que impactan en forma efectiva en las escuelas. Las demás, la mayoría de las que se implementan, terminan siendo bombas gigantescas que en vez de superar los problemas educativos nacionales los amplían y agudizan. Cada inicio de año, el problema administrativo ligado al nombramiento y contrato de personal se convierte en una verdadera calamidad para el profesorado y las instituciones educativas, que deja a las escuelas como si hubiera pasado por encima un voraz tornado del cual luego hay que reponerse. Por ello, muchas veces tenemos la impresión de que si no existiera el Ministerio de Educación y sus organismos descentralizados las instituciones educativas seguirían funcionando de la misma manera como lo hacen en la actualidad. O, viéndolo de otro lado, tal cual están los resultados educativos nacionales, da igual que exista Ministerio de Educación. Valga la aclaración que el causante de todo esto no es el Ministerio en sí mismo, sino la incompetencia de sus principales dirigentes: ministro, asesores y vice ministerios, que son puestos políticos – de confianza – del gobierno de turno.
La prueba más contundente radica en el hecho de que haya terminado el año escolar 2009 y empezado el 2010, y ningún representante de las instancias gubernamentales haya dicho esta boca es mía en torno a los aprendizajes y los resultados educativos, que son aspectos medulares de todo sistema educativo. Tampoco se escuchó voces que indiquen qué medidas se tomarán este año para garantizar algún avance en la aspiración de mejorar la alicaída educación pública.
Todo fue más importante, y más que importante, la improvisación con que se deciden las medidas al estilo changiano y sus asistentes, que mantienen a todos los funcionarios de las instancias intermedias enfrascados en el proceso administrativo de nombramiento docente llevado a cabo desde fines del 2009 en forma tan accidentada, bajo parámetros equívocos establecidos desde la sede central.
De esta forma, nadie sabe cómo terminaron las escuelas en el 2009 y, por supuesto, tampoco cómo han empezado el presente año referente al medular proceso de la educación formal: la gestión del aprendizaje. En ese sentido, muchas escuelas, que sacudiéndose de sus propias vicisitudes tienen en la práctica una línea trazada de mejora, continuarán encaminadas y abocadas a las tareas propias de ese caminar, sin recibir ningún apoyo e impulso gubernamental. De forma inversa, aquellas instituciones educativas que se encuentran en abandono continuarán su curso inexorable, pues de una atención sistemática que les ayude a superarse no se oye padre. Escuela y Ministerio van cada cual por su lado.
Tanto el término de un ciclo como el inicio de otro son momentos importantes porque te permiten mirar lo realizado con ojos críticos y empezar de nuevo con otros desafíos a la luz de la experiencia obtenida. Por tanto a fines de 2009 se debió convocar a las escuelas y docentes a presentar sus logros educativos, experiencias innovadoras y, también, presentar sus dificultades encontradas. Algunas escuelas realizan estas actividades por pura iniciativa escolar y no por algún reglamento establecido. Estas actividades hubieran permitido identificar experiencias prometedoras como tomar también las previsiones para poder asegurar que en el 2010 se puedan extenderse a otras escuelas. Ciertamente, también hubieran servido para darnos algunas luces sobre qué recursos adicionales se requieren para avanzar, sean textos escolares, cursos de capacitación para docentes, alimentación estudiantil y/o acompañamiento a cada una de las escuelas sin importar el lugar donde estén.
Está culminando un período gubernamental regional y nacional, y sentimos que hemos avanzado poco o nada. En ese proceso, también la sociedad civil tiene algo de responsabilidad, pero los que fueron elegidos para sacar adelante la educación del atolladero no pueden sino excusarse de su evidente cosecha.
Los políticos reciben el encargo de administrar los recursos de todos en un área o jurisdicción en un tiempo determinado, sea nacional, regional, provincial o distrital. Al término, tiene que ser un saludable ejercicio democrático evaluar sus logros y avances, en función de los cuales habrá que felicitar o en contraste hacerles saber que sus servicios han sido cancelados, por decir lo poco.

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