Presupuesto Participativo es subutilizado

Después de la avalancha de presupuestos participativos que por ley ejecutan los gobiernos locales y regionales es pertinente preguntarnos qué tanto se ha profundizado en su aplicación. Hasta qué punto el Presupuesto Participativo se ha convertido en una herramienta efectiva para el desarrollo, para la participación ciudadana y para el buen gobierno.
Una simple mirada nos lleva a descubrir que todos los municipios organizan sus talleres respectivos, lo que ya es un avance, pero hay aspectos que deben ser abordados para ir más allá que trasladar los vicios de la administración pública a la sociedad civil.
El instructivo orienta que se haga un diagnóstico por comunidades y de ahí se prioricen las más urgentes demandas para ser atendidas en el ejercicio fiscal del siguiente año. Luego se aprueban las propuestas según criterios generales y de acuerdo a las orientaciones dadas por las comunas.
Creemos que las gestiones municipales y regionales todavía no han explotado al máximo el potencial que encierra el presupuesto participativo como un instrumento eficaz para generar desarrollo local endógeno, lo cual va más que cumplir ciegamente ciertas normativas.
En la práctica todos los municipios son ganados por las urgencias de la administración que reduce todo el proceso de participación a uno o dos días de trabajo. Los pobladores, especialmente del medio rural, no obstante que ya saben de este proceso, intervienen sin la previsión debida y terminan proponiendo cosas intrascendentes para el devenir de sus comunidades. La situación amerita a que alguien o algunos se encarguen de asumir en forma exclusiva todo el proceso participativo en forma permanente. De lo contrario, este mecanismo de participación ciudadana habrá servido de algo pero no como debiera ser.
Pero el principal problema radica en que las gestiones municipales y regionales no han logrado pasar a modelos operativos sus propios planteamientos o visiones de desarrollo. Todo queda en el papel y lo que se ejecuta guarda poca relación con la finalidad o se simplemente se realizan porque hay dinero.
Más que el solo hecho de involucrar a la gente se trata de definir qué cosa se quiere lograr, cuánto avanzar y hasta cuándo se puede terminar. Hasta la fecha, muy pocos municipios saben lo que quieren de una manera clara como lo haría un arquitecto cuando crea un diseño. Por ello, las acciones que se realizan desde las administraciones tienen poco impacto en el desarrollo local.
Debe haber una unidad técnica que se encargue exclusivamente de hacer tangible una visión en cantidades y cualidades. Que sea más que una unidad de planificación tradicional que solamente distribuye recursos. Más por el contrario deberá encargarse en forma efectiva de planificar la transformación espiritual y material de comunidad. De esta forma, el proceso de presupuesto participativo servirá únicamente para acordar por dónde empezar a alcanzar los fines planteados. En este sentido, las necesidades y demandas se atenderán en función de las metas que consensuaron.
Por ahora, funcionarios y vecinos se reúnen todos los años para empezar de cero. Los comuneros para evitar que sus propuestas sean rechazadas se ven obligados a cambiarlas nada más que por conseguir algo. O sus prioridades son cambiantes. Luego, pasan los años y las comunidades siguen siendo una calamidad. En el medio urbano habrán aumentado calles con cemento y si hubo previsión un sistema de agua y desagüe más por inercia que porque exista un plan conscientemente definido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿En qué consistió su heroísmo? FERNANDO LORES

¡Qué dolor, qué rabia, qué decepción!

La trampa del extractivismo