El petróleo más insustentable que nunca
José Manuyama
En una época donde experimentamos los
inicios del desastre climático nunca antes visto sobre la vida en el planeta
causado por los gases de efecto invernadero principalmente por el
petróleo, y después de ser testigos de que
en más de 40 años de explotación petrolera en Loreto sólo queda devastación
social y ambiental, escuchar las voces de algunos actores políticos que
solicitan con entusiasmo se entregue el lote 192 a Petroperú sin una visión de
conjunto resulta por decir lo poco absolutamente desconcertante.
Una política que no trae esperanza o
conlleva una falsa esperanza simplemente es una farsa o no tiene sentido. Es
obvio que basar nuestro progreso en la mantención de una fallida política petrolera es más que una solución
para los males sociales la continuidad de éstos con su secuela de afectación no
solamente para la vida de hoy sino para la del futuro.
Por ello, desde una posición ya conocida
de defensa de la vida y de nuestro entorno cultural y natural no podemos ser
parte de aquello y más bien planteamos el camino más difícil pero más
inteligente de
reorientar nuestra preocupación hacia el manejo de nuestra
naturaleza y al impulso de otras actividades económicas compatibles con el
ecosistema bosque sino como las bases de una verdadera propuesta de
mejoramiento social.
Decir alegremente que siga la explotación
petrolera es aceptar que se seguirá destruyendo el medio ambiente, pueblos
enteros, y también una cultura milenaria que sí supo convivir con su entorno.
La supuesta salvación, que no es salvación de nada, tiene una contraparte de
muerte por la que ya han pasado pueblos y no se saben cuántos hermanos quechua,
achuar, kukama y la biodiversidad de la zona. No se puede decir fácilmente bajo
ningún criterio que continúe, sea
manejado por una empresa privada o estatal, algo que está afectando
directamente a la vida de los pueblos y de los ecosistemas.
Es más, quién se atribuye a sí mismo el
derecho de categorizar la vida de unas
personas como secundaria respecto de la vida de otras. Dónde se funda el
derecho a relativizar la vida de las futuras generaciones como para no tenerlas
en cuenta a la hora de resolver nuestros problemas presentes. De igual forma
podemos preguntarnos qué derechos tenemos para relativizar el valor de la
naturaleza de la cual dependemos para vivir. Quién nos ha convertido en dioses
o algo por el estilo como para determinar quién debe vivir o no.
Todos saben más o menos que el petróleo es
contaminante y no renovable. Y la crisis que atraviesa el sector lo evidencia
como más insostenible que nunca. Existe una presión desde distintos ámbitos
hacia su sustitución completa como fuente de energía. Si no logran
comercializarlo lo más antes posible puede que termine como una sustancia sin
valor comercial antes de que se hayan vaciado todas las reservas mundiales
existentes. Esto significa que se acelerará su venta generando una sobre oferta
permanente que tendrá los precios bajos y tumbándose a las extracciones más
costosas y a las operadoras menos competitivas. De todas formas por el nivel de
dióxido de carbono ya emanado se habrá superado, algo que se quiere
evitar, en más de 2 grados centígrados
la temperatura del planeta y alcanzado los pronósticos más devastadores de
desastres naturales y sociales futuros. Cómo se puede hablar de soberanía
energética en torno a un producto de este tipo.
Si se trata de economías y soberanías en lugar de aferrarnos al petróleo,
deberíamos asimilar la crisis y aprovecharla como una oportunidad para darnos
cuenta que nos hemos equivocado una vez más y empezar a caminar por la senda de
la transición a otro modo de resolver nuestros problemas sin dejar de lado a la
naturaleza. Contamos con condiciones naturales inmejorables para crear una
economía ecológica que nos asegure cabalmente salud y alimentación. Existe una gran demanda no explotada de productos farmacéuticos,
y de servicios como el turismo, la gastronomía y nadie puede negar del enorme
potencial que ofrece la Amazonía en este rubro. Algo de esto vemos en el
mercado del camu camu, del paiche, del aguaje y otros productos ya conocidos. Y
también contamos con abundante sol durante todo el año y a la mano para
alcanzar la verdadera soberanía energética sobre un bien de la naturaleza
absolutamente limpio y renovable.
También debemos de sacar provecho de esa inmensa riqueza cultural
indígena Y amazónica cuyos valores no se circunscriben sólo a lo material, sino
a un rico saber vivir en armonía con la naturaleza. Esto es relevante precisamente porque vivimos
en un mundo urbano depredador, plástico,
e insustentable que de no cambiar nos ahogará a todos dentro de poco. El
aumento imparable de la delincuencia y la corrupción es una muestra de ello. En
el mundo rural que todavía vive de sus tradiciones resuelven sus necesidades
ontológicas con otros valores y prácticas que deberíamos intentar comprender
como emular. Saber vivir con la naturaleza es toda una inteligencia que los
pueblos amazónicos explotaron sabiamente desde antaño.
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