José Manuyama Ahuite ¡Qué dolor, qué rabia, qué decepción! Seres queridos ya no están. No era para que se vayan. Ya nos habíamos acostumbrados, a pesar de nuestras quejas, a un sistema de salud colapsado, inhumano, corrupto, sobrepasado, pero, al menos no moríamos todos al mismo tiempo. Queda la tristeza de no haber podido hacer nada. La muerte llega, pero mata más la desidia. Y el sufrimiento no pasa, pues no basta con el que se fue, cualquier momento se va otro, uno mismo. Son más de 10 médicos y alrededor de 700 fallecidos en total, en Loreto. El costo de años de abandono, de la privatización de la salud, de la falta de reacción, de un Estado inútil para garantizar el bienestar de la población, del abandono generalizado, de la era sálvense quien pueda, de la plata para el lujo y no para lo necesario. El 3 de mayo, una persona caía cada 18 minutos. El día que el problema vaya con más fuerza a las comunidades rurales e indígenas será una carnicería. Ya fuimos diezmados en otras épo
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